En el VIII Simposio Nacional sobre úlceras por Presión y Heridas Crónicas (Santiago de Compostela, noviembre de 2010), se ofreció una conferencia titulada �Las heridas del alma�. Un buen título, incluso para un libro� Las heridas del alma, que Hegel decía que no cicatrizaban y yo espero que cicatricen, son aquellas que manifiestan un malestar íntimo que lo hace invisible y, además, producen un sufrimiento continuo y por ello deben ser cuidadas. La atención a las heridas del alma es tan importante como la atención a las heridas del cuerpo. Nosotros somos seres emocionales, afectivos, con una afectividad encarnada en un cuerpo. Y la línea entre el cuerpo y lo que vamos a llamar el alma, como mente consciente, como sede de los afectos, de las expectativas, es muy tenue. Por eso, las heridas del cuerpo pueden producir heridas del alma y las heridas del alma producen heridas del cuerpo. Esta especie de camino de doble dirección nos indica cómo tendría que ser la atención o el cuidado integral de una persona. Además, para este Congreso, la piel tiene una característica esencial, casi simbólica, porque es el mundo donde el cuerpo y el espíritu se unen. Por eso, a través de la piel conocemos. La piel es un receptor de dolor fortísimo, pero también da bienestar y está preparada para la caricia.