Yo estaba en la habitación número 13. Lo recuerdo porque en esa habitación habían muerto los últimos tres pacientes que habían ingresado. Los familiares de los otros pacientes empezaban a hablar de malos fario e, incluso, miraban a los que ingresaban allí con pena, como si aquella habitación les estuviese condenando a morir. El señor al que yo estaba atendiendo se estaba muriendo. Tenía noventa y cuatro años y cáncer de colon. Cuando su hermana, casi tan anciana como él, nos dijo con cara de preocupación que �el goteo no caía�, recuerdo que pensé: �¿pensará que ese goteo le va a salvar la vida?� Aún así, como es lógico, acudí a su llamada.