Las emergencias extrahospitalarias se encuentran plagadas de innumerables casos con dolor agudo extremo, en pacientes que esperan ser atendidos por el SEM, un tiempo que para ellos se hace interminable. Al llegar el personal sanitario, entre sus labores asistenciales y de estabilización, se encuentra la analgesia urgente. En innumerables ocasiones la vía intravenosa es imposible o muy dificultosa de obtener, puesto que el enfermo puede estar en situación de hipovolemia, hipotermia, etc. Por otro lado, la ética que nos debería caracterizar pasa por atajar el dolor lo antes posible.
Este artículo surge ante un caso de herida de arma de fuego en un contexto de suicidio (con dudas sobre si el móvil fue una tortura inducida, ya que presentaba otras lesiones que nos hacían pensar en ello). El paciente fue atendido inicialmente en plena carretera de montaña, a unos 30 min del núcleo urbano en donde se encontraba la base del SEM y donde los testigos decidieron no moverle. Se encontraba prácticamente desnudo y su grado de dolor sería el máximo en cualquiera de las escalas que se manejan actualmente, con la subsecuente agitación psicomotriz y estado de semiinconsciencia, con un GCS de 8/15. Por una cuestión de pura ética, la analgesia debía ser inmediata, pero debido a la hipotermia y el colapso venoso periférico y la agitación psicomotriz propia del daño neurológico causado por la lesión referida resulta imposible coger una vía periférica en los primeros momentos de la inter vención. Finalmente se optó por la ketamina intramuscular a pesar de que entre sus contraindicaciones está el TCE y el traumatismo ocular por aumento de la PIC y de la PIO, respectivamente. La víctima presentaba estas lesiones por trayectoria de bala de un temporal a otro.