José Ramón Martínez Riera , Ángela Sanjuán Quiles
La continuidad de los cuidados se constituye como el elemento clave en la atención de las personas más allá del nivel asistencial en el que puedan ser atendidas. Sin embargo, sigue siendo una constante el equívoco que se produce entre la respuesta a la demanda de continuidad de cuidados por parte de los usuarios y la esperada por los profesionales para satisfacer sus responsabilidades profesionales. Para poder llevar a cabo estrategias de continuidad de cuidados las organizaciones sanitarias tienden a establecer distintos mecanismos organizativos entre los que cabe destacar: la formación profesional, la planificación y toma de decisiones en comisiones interinstitucionales e interdisciplinarias, los sistemas de información de las historias clínicas, la valoración interdisciplinaria, el trabajo interdisciplinario mediante protocolos, la provisión de servicios, el seguimiento y la retroalimentación profesional. Sin embargo, las mismas siguen teniendo su vista puesta en la satisfacción profesional y no en las necesidades reales de los ciudadanos con necesidad de continuidad de cuidados, tal como se analiza en el presente artículo. Resulta evidente que la coordinación entre niveles, la interrelación profesional, la retroalimentación, la interacción socio-sanitaria, la continuidad de cuidados etc. son algo más que un deseo, una estrategia o una iniciativa novedosa. Deben constituirse en objetivo prioritario de cualquier sistema sanitario. Pero dicho objetivo no puede quedar en una quimera o utopía permanente. Se deben emprender cambios organizacionales, profesionales y políticos que tiendan a corregir los endémicos males que impiden alcanzar el objetivo de la continuidad de los cuidados. Se deben abandonar los posicionamientos de rigidez profesional, los enrocamientos corporativistas, los compartimentos estanco, la burocracia paralizante... para avanzar hacia estructuras coherentes con las necesidades y demandas de los ciudadanos.