En los años sesenta del pasado siglo xx se tenía constancia de la existencia de dos tipos de hepatitis víricas: la «hepatitis infecciosa», de corto período de incubación y propagación a través de la vía digestiva, y la denominada «hepatitis sérica o de la jeringuilla», de largo período de incubación y transmisión parenteral. Estas hepatitis, actualmente denominadas A y B, respectivamente, son producidas por los virus del mismo nombre. Además de ellos, otros virus tienen al hígado como órgano diana: virus C, D o delta, E y G. Así mismo, determinados agentes víricos pueden dar lugar a manifestaciones hepáticas, aunque el cuadro clínico habitual derive de la afectación de otros órganos y sistemas.