La imagen global de la salud se está uniformando cada vez más: los servicios de hospitalización representan prácticamente la mayor proporción del gasto sanitario en cada uno de los 29 países industrializados analizados por la Organization for Economic Cooperation and Development (Anderson et al, 2000). A pesar de las diferencias nacionales en cuanto a la organización y financiación de la atención sanitaria, el deseo de reducir el gasto total de la atención sanitaria es un objetivo mundial y los hospitales recurren a estrategias similares para contener la escalada de costes. Como resultado de ello, se está llevando a cabo una reforma hospitalaria amplia en la cual la reestructuración hospitalaria y la redistribución de las plantillas de personal en el ámbito intrahospitalario se están convirtiendo en un fenómeno común (Sochalski et al, 1997).