Miguel Torrecilla García
En la práctica clínica diaria es frecuente que, entre los pacientes que acuden a las consultas de atención primaria, un gran número presente el tabaquismo como una enfermedad asintomática o sintomática (tan habitual como corresponde según la ENS de 1997, en la que al menos el 35,7% de nuestros pacientes serían fumadores1). En cambio, todavía no es habitual, aunque está empezando a dejar de ser excepcional, que un paciente comente: «Doctor, quiero dejar de fumar. ¿Qué puedo hacer?». Es cierto que entre la población general se está asistiendo a un cambio en la mentalidad frente al problema que supone el tabaquismo, y no tan sólo como fuente y origen de enfermedades, sino también como elemento que priva de uno de los dones más preciados del ser humano, la libertad. Hay fumadores que se sienten realmente engañados, más que por el perjuicio que supone para la salud el consumo de tabaco, por la falta de información respecto a la adicción que provoca.