El síndrome metabólico es hoy un problema de salud pública. Incluye diferentes grados de hipertensión, intolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina, dislipemia aterogénica, obesidad central, a los que se asocian estados proinflamatorios y protrombóticos. Presenta una prevalencia muy alta y creciente; se asocia a estilos de vida poco saludables. Su diagnóstico implica aumentar en 5 veces el riesgo de tener diabetes mellitus tipo 2 y en 2-3 veces el de enfermedad cardiovascular. El diagnóstico clínico es simple y su tratamiento no farmacológico debiera indicarse en todos los pacientes. Falta información sobre el impacto en el riesgo cardiovascular, del uso de fármacos que reducen la resistencia a la insulina (glitazonas) y del efecto de los tratamientos combinados para las dislipemias aterogénicas. La morbilidad y la mortalidad prematuras que acarrea son extraordinariamente costosas. Es necesario prevenir, con el fomento de hábitos saludables de vida (dieta adecuada al gasto calórico y la práctica regular de ejercicio físico).