Este artículo resume una experiencia educativa en la que participan tres profesores de educación física, cuatrocientos sesenta y cinco alumnos de enseñanza secundaria y dos expertos invitados, a la vez que se triangulan datos y reflexiones con el máximo rigor cualitativo. Como conclusión principal, se sostiene que la defensa personal, contenido hasta ahora no vinculado explícitamente al currículo escolar, merece un espacio dentro de la asignatura de educación física en función de su valor pedagógico; en este sentido y con el objeto de garantizar un proceso educativo edificante y basado en un principio de no agresión, los autores sugieren que una unidad didáctica de defensa personal debe fundamentarse sustancialmente en actividades de escapes, derribos y luxaciones, evitando la enseñanza de golpeos.