Josep Guardia Serecigni
Algunos estudios observacionales de seguimiento sobre salud cardiovascular han encontrado una coincidencia entre el consumo moderado de alcohol y una menor mortalidad prematura, debida a un infarto de miocardio o a otras causas. Dichos estudios cuentan con importantes limitaciones metodológicas. La mayoría de personas que pertenecían al grupo de abstemios, en realidad eran ex-bebedores, es decir, personas que habían tenido que dejar de beber alcohol debido a que sufrían alguna enfermedad. Además, no se han evaluado otras variables que influyen decisivamente sobre el riesgo cardiovascular como el tabaquismo, el ejercicio físico, el índice de masa corporal y otras; ni tampoco los posibles cambios de los hábitos de consumo de alcohol con el paso de los años. Por lo tanto, las limitaciones del diseño metodológico de dichos estudios sólo permiten hablar de una �asociación� estadística pero no postular supuestas relaciones de causalidad. Además, existen innumerables estudios que han comprobado reiteradamente que el consumo excesivo de alcohol puede causar diversas enfermedades cardiovasculares (hipertensión arterial, arritmias, cardiomiopatía, hemorragia cerebral) y todo tipo de enfermedades médicas y trastornos neuropsiquiátricos. Por otro lado, el alcohol tiene propiedades adictivas que pueden contribuir a que determinadas personas desarrollen involuntariamente un consumo excesivo de alcohol. El mensaje a la población debería enfatizar por tanto el daño potencial del consumo excesivo de alcohol en lugar centrarse en algún posible beneficio del su consumo moderado. El mensaje simplista de que el alcohol puede ser bueno para la salud cardiovascular, se convierte en engañoso cuando se descontextualiza del elevado número de enfermedades que puede causar.