Parece claro que las prácticas de cuidado son tan antiguas como el propio ser humano. Pero, ¿de qué manera se gestaron dichas prácticas? La Paleopatología demuestra que la existencia de enfermedades es consustancial con la propia vida y, desde luego, muy anterior a la aparición del ser humano. Sin embargo, no puede probarse de igual manera la existencia de prácticas cuidadoras entre los primeros homínidos. Las primeras evidencias de la existencia de prácticas de cuidados en el Paleolítico Inferior aparecen asociadas a las especies Homo erectus/ergaster, para hacerse más abundantes entre los Hombres de Neandertal, durante el Paleolítico Medio. De estas especies se conservan restos fósiles que demuestran la supervivencia de diversos individuos que padecían serias limitaciones físicas, bien por causa de enfermedad, lesiones y/o vejez. Dicha supervivencia sólo puede atribuirse a la prestación de algún tipo de cuidados por parte de otros miembros de su grupo.
Otra vía de estudio, de gran utilidad en Paleoantropología, es la observación de los grandes primates. Los chimpancés, por ejemplo, disponen de un amplio repertorio de conductas de cuidados, cuya transmisión, además, es fundamentalmente cultural y femenina (de madres a hijas).
Así, intentamos establecer un cierto perfil de conductas que podrían ser el origen de algunas prácticas de cuidados, como por ejemplo: compartir alimentos, prestación de ayuda en el momento del parto, transporte y protección de las crías, adopción de crías huérfanas, cuidados corporales de tipo higiénico, acicalamiento social, protección y limpieza de heridas, uso de las plantas o las diferentes aplicaciones del fuego.