A lo largo de la historia de la humanidad, el saber y las costumbres del cuidado de la vida han sido parte consustancial al crecimiento humano y han conformado la cultura del mismo transmitida de padres a hijos, su evolución antropológica y el significado que el saber popular le da. Esta dimensión del fenómeno ha sido descrita por los más eruditos como el arte del cuidar. Este carácter de cotidianidad a veces puede confundir a quienes siguen pensando que educar en el cuidado de la vida se limita al ámbito de la convivencia y de la familia, a los círculos de la intimidad personal, lejos de conformar un conocimiento específico ligado a la disciplina enfermera. Podemos aceptar la evidencia de que todos los humanos sabemos cuidarnos y cuidar a los nuestros, pero no por ello hemos de renegar del carácter científico de dicha actividad.