La prevalencia, la incidencia y la mortalidad de la insuficiencia cardíaca siguen en aumento. Las pautas óptimas de tratamiento consiguen sólo retardar su evolución, pero no detener su progresión. La insuficiencia cardíaca es una enfermedad con una alta mortalidad, incluso poco después de iniciarse. Aproximadamente el 40% de las muertes por insuficiencia cardíaca se debe a progresión de la enfermedad a fase terminal; no obstante, su curso evolutivo es difícil de predecir y frecuentemente no se identifica a los pacientes que están en fase terminal de la enfermedad. En muchas ocasiones no tienen la sensación de que sea una enfermedad terminal ni el paciente ni la familia, como tampoco el personal sanitario, que no reconoce la proximidad de la muerte, con lo que el paciente acaba falleciendo con un tratamiento activo que en ocasiones puede ser fútil. Por todo ello es necesario el esfuerzo de todos los profesionales de la salud para mejorar la identificación y el manejo de los pacientes con insuficiencia cardíaca terminal.