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Manuel Rosety-Rodríguez 
, Francisco Javier Ordóñez Muñoz
Si la prevalencia de la obesidad en la sociedad occidental es alarmante, la situación es aún más delicada entre poblaciones con alguna discapacidad en general y con retraso mental en particular. Entre estos últimos destaca el síndrome Down, que además ha recibido especial atención por ser la cromosomopatía asociada a retraso mental más frecuente en nuestro entorno y presentar un riesgo 4-16 veces mayor de cardiopatía isquémica y accidente cerebrovascular. Y aunque tradicionalmente han dedicado escasa atención a la actividad física, ésta parece la mejor estrategia para la prevención y manejo de la obesidad, de ahí la importancia de diseñar y aplicar programas de intervención de tipo aeróbico.
Éstos últimos, diseñados por equipos multidisciplinares, deberán ser atractivos, basándose en juegos, además de seguros para evitar lesiones que erosionen la imagen saludable del deporte en nuestra sociedad. Su duración se ha ido reduciendo para favorecer su cumplimiento, recomendándose actualmente regímenes de 12 semanas, con 3 sesiones cada una, 45-60 minutos y una intensidad del 60-75% frecuencia cardiaca teórica máxima, consiguiéndose mejoras significativa del porcentaje de masa grasa y capacidad aeróbica.
Asimismo, estos programas favorecerían la integración entre el grupo de iguales y la comunidad. Y de combinarse con ejercicios de fuerza (programa mixto), podría favorecer el desarrollo de la masa muscular y ósea, garantizando aún más su autonomía funcional y calidad de vida.
A tenor de los buenos resultados obtenidos en individuos con síndrome de Down, son necesarios futuros estudios en otras poblaciones con discapacidad.
