Juan V. Esplugues Mota, Miguel Martí Cabrera, Julio Ponce García
La importante capacidad inhibitoria de la secreción ácida gástrica de los inhibidores de la bomba de protones (IBP) los convierte en los fármacos de elección en las enfermedades relacionadas con el ácido. La elevada prevalencia de esas enfermedades y la necesidad de mantener la administración del fármaco durante períodos muy prolongados determinan que este grupo terapéutico sea uno de los de mayor volumen de gasto para el sistema sanitario. Sin embargo, con la enorme generalización de su uso, aún siguen aflorando periódicamente reservas sobre su potencial toxicidad, una opinión basada en una cierta desconfianza sobre la especificidad de su mecanismo de acción y en la sensación consiguiente de que algo tan potente debe conllevar una contrapartida lesiva. Los IBP actúan selectivamente en el eslabón final del proceso de secreción del ácido gástrico, la H+/K+-ATPasa o bomba de protones. Esta enzima representa un paso obligado en el proceso de secreción de H+, y los IBP son muy específicos de la célula parietal, porque para actuar necesitan de un ambiente con unos valores de pH muy bajos, que sólo se dan en el canalículo secretor de esa célula. En el presente artículo se revisa los efectos adversos de los IBP, haciendo especial énfasis en los relacionados con su administración continuada y en ciertas circunstancias relacionadas con situaciones especiales de los pacientes, como la ancianidad, la insuficiencia hepática, la gestación y la lactancia materna y la infancia. Todos los IBP comercializados comparten una base química común y no hay grandes diferencias en sus potenciales efectos adversos, la posibilidad de favorecer infecciones oportunistas o su capacidad de generar interacciones farmacocinéticas con otros fármacos que, en general y cuando se las refiere, son de poca entidad. Tras 2 décadas de uso, se confirma que los IBP son fármacos muy eficaces y seguros.