Durante los últimos 20 años, muchos autores han escrito acerca de la falta de poder, real o percibida, de las enfermeras. Este artículo, se plantea rebatir la idea de esa incapacidad o falta de poder. Por el contrario, se afirma que las enfermeras pueden, y de hecho hacen uso de ese poder en su quehacer cotidiano. Se destaca que sus acciones, o la falta de ellas, tienen consecuencias, no sólo para ellas mismas, sino también para las personas que cuidan. Se explica por qué la reflexión acerca de cómo las enfermeras utilizan su poder, y su aparente falta de apetito de poder, es decir, la anorexia de poder, es fundamental para tener una visión global de las implicaciones éticas de las prácticas de enfermería. Este argumento se desarrolla a través de una revisión de la bibliografía y de los códigos de deontología de Canadá y Brasil. Autores que utilizan perspectivas críticas, como teorías postestructuralista y ética feminista, proporcionan la base al análisis presentado.