La munición y los pesos empleados en actividades recreativas como la caza, el tiro y la pesca deportiva han sido fabricados tradicionalmente con plomo. En España la caza y el tiro son responsables de la dispersión en la naturaleza de cerca de 6.000 toneladas anuales del metal pesado, mientras que podemos estimar en 100 las aportadas por pescadores deportivos a las zonas acuáticas. Las pocas medidas legales que varios países han adoptado en contra del uso del plomo en esos deportes se han basado en las pruebas irrefutables que indicaban que cada año fallecían intoxicadas millones de aves, que ingerían inadvertidamente esos pequeños objetos de plomo hallados abandonados en sus hábitats naturales. En este trabajo se discute si el enfoque conservacionista que se ha dado hasta ahora al problema resulta adecuado, y si las evidencias de los daños sobre los seres humanos son o no suficientes para extender todavía más esas medidas de prohibición, en especial teniendo en cuenta que en niños se considera que no hay dosis de exposición segura. Se concluye que en algunos aspectos los datos ya existen, aunque en otros los estudios tóxico-epidemiológicos son todavía escasos, sugiriendo que al tema se le ha prestado poca atención. En cualquier caso, resulta preocupante constatar que el principio de precaución no se ha aplicado para solucionar un problema cuyos efectos sanitarios serán más a largo plazo que inmediatos.