El síndrome antifosfolipídico puede asociarse a diversas manifestaciones neurológicas. El síntoma más frecuente es la cefalea. También se ha asociado a disfunción cognitiva, probablemente de origen isquémico. Se ha encontrado una alta prevalencia de anticuerpos antifosfolipídicos en los pacientes con epilepsia y también en la mielitis transversa. La manifestación trombótica más frecuente es la enfermedad cerebrovascular. También pueden producirse trombosis venosas, pero son menos frecuentes. La existencia de un accidente isquémico cerebral en una persona joven obliga a descartar la existencia de un síndrome antifosfolipídico. En ocasiones pueden existir manifestaciones neurológicas que semejan una esclerosis múltiple, por lo que en el estudio de los pacientes con esclerosis múltiple atípica se recomienda la determinación de anticuerpos antifosfolipídicos. Otras manifestaciones que se han asociado con los anticuerpos antifosfolipídicos son la corea, la neuropatía óptica, la hipertensión intracraneal idiopática, la sordera neurosensorial, el síndrome de Guillain-Barré y los trastornos psicóticos.