Importantes estudios han demostrado recientemente que un bajo nivel de forma física o condición física constituye un potente factor de riesgo y predictor de morbilidad y mortalidad tanto general (todas las causas) como cardiovascular. En consecuencia, la evaluación de la forma física debería ocupar un lugar privilegiado dentro del ámbito clínico ya que, realizada correctamente, constituye un valioso indicador de salud y expectativa de vida. Partiendo de la evaluación de la forma física, y conociendo el estilo de vida y nivel de actividad física que posee una persona, se puede prescribir un programa adecuado de ejercicio físico que permita al sujeto desarrollar su máximo potencial físico, atenuar las consecuencias del envejecimiento y mejorar el estado de salud físico-mental. De hecho, el ejercicio físico se propone hoy día como un medio altamente eficaz para tratar o prevenir las principales causas de morbimortalidad en los países occidentales, la mayor parte de las cuales se asocian al propio envejecimiento. Este tipo de intervención, para ser efectivo, debe tener como objetivo la mejora de la capacidad aeróbica y el aumento de la fuerza, siendo complementado con trabajo enfocado a mejorar la coordinación general y la movilidad articular. Por último, la optimización de la dieta y el uso de suplementos nutricionales y ayudas ergogénicas legales serán elementos clave para aumentar el rendimiento funcional y la salud, todo lo cual es sinónimo de antienvejecimiento.