Teresa Gorgojo Molinero, María Blesa Miedes, Diego Fernández Velasco, Carlos Abad Franco, Jaime Coromina Nestares, Alba Pérez Millas
Introducción: La muerte cerebral se define como el cese irreversible de las funciones cerebrales en presencia de funcionamiento cardiovascular y ventilatorio artificial. Esto suele ser el resultado de una elevación de la presión intracraneal progresiva que deriva en isquemia y cese de la circulación intracraneal.
Para su diagnóstico, tras el cumplimiento de una serie de requisitos, se realiza una exploración completa y rigurosa, un test de apnea y existe la posibilidad de completar el proceso con alguna prueba complementaria como el electroencefalograma (EEG) o el Doppler transcraneal (DTC).
Metodología: Se realiza una revisión bibliográfica en la que se recopilan artículos sobre el uso de estas pruebas complementarias como confirmación diagnóstica de muerte cerebral.
Resultados: Tanto el EEG como el DTC tienen ventajas y limitaciones que las hacen más o menos adecuadas para determinadas situaciones. Las dos son pruebas con amplia disponibilidad en hospitales, no invasivas y portátiles, por lo que son ideales para su uso en pacientes en UCI. El patrón característico de muerte cerebral en el EEG es un registro isoeléctrico, mientras que los patrones correspondientes a la muerte cerebral en el DTC son oscilaciones, la aparición de picos sistólicos y una inversión del flujo en diástole, que finalmente deriva en un cese del flujo cerebral completo. El EEG es la prueba más recomendada históricamente, sin embargo, algunos estudios consideran el DTC como más adecuado.
Conclusión: Existen multitud de diferencias entre los protocolos de distintos centros para el uso de estas técnicas y es complicado obtener unas conclusiones aplicables de forma homogénea. No obstante, se recomienda el establecimiento de un protocolo más universal para el diagnóstico de muerte cerebral ya que determina la toma de decisiones de gran valor clínico y ético.
Introduction: Brain death is defined by the irreversible abscence of brain function while the cardiovascular and respiratory systems are still functioning thanks to artificial means. This is usually the result of a progressive increase in intracranial pressure which ends in ischemia and ceases intracranial blood flow.
Its diagnosis, after the fulfillment of several prerequisites, requires a complete and rigorous physical exploration, an apnea test and, in some, cases, the use of ancillaty tests such as electroencephalography (EEG) or transcranial doppler (TCD).
Methodology: A literature review is performed, in which many articles about the use of these ancillary tests as a confirmatory diagnostic measure of brain death are compiled.
Results: EEG and TCD both have advantages and limitations, which make them more or less appropriate for certain situations. Both techniques are readily available at most hospitals, are non invasive and portable tests, therefore they are ideal to use on ICU patients. The most characteristic pattern atributed to brain death in EEG is an isoelectric record, meanwhile the ones related to brain death in TCD are variations in the wave pattern, systolic spikes and reverse dyastolic flow, which finally leads to the complete absence of cerebral blood flow. EEG is the most recommended test historically, however, some studies consider TCD to be a much more adequate test.
Conclusion: There are plenty of differences between the protocols of separate healthcare centers when it comes to the use of these techniques and it is complicated to derive practical conclusions that could be applied in a homogeneous way. Nevertheless, a more universal protocol ought to be established in order to diagnose brain death, because of the great clinical and ethical implications which this decision determines.