Ariadna Gracia Prad, Silvia Carnicer Izaguerri, Paula Bujalance Latasa, Oumaima Aboulmakarim Rabbani
La incontinencia urinaria es la pérdida involuntaria de orina, afectando a hombres y mujeres, pero siendo más común en mujeres. En hombres, suele deberse a problemas con la próstata o a daños tras cirugías. En mujeres, la incontinencia se relaciona con la disfunción de los músculos de la vejiga o el suelo pélvico, especialmente durante el embarazo, el parto o la menopausia.
Existen dos tipos principales de incontinencia: la incontinencia de esfuerzo, que ocurre al toser o estornudar, y la incontinencia de urgencia, que se da con un deseo urgente de orinar. Otras formas incluyen incontinencia postural, enuresis nocturna e incontinencia coital. La incontinencia funcional ocurre en personas con limitaciones físicas o mentales.
Los estudios indican que alrededor del 30% de las mujeres adultas padecen algún tipo de incontinencia. La incontinencia de esfuerzo es la más común, y aunque algunos estudios sugieren que hay más casos entre mujeres blancas, otros muestran una prevalencia similar en diferentes etnias. Las diferencias en prevalencia entre países pueden deberse a factores culturales o a las metodologías utilizadas.
Los mecanismos que regulan la incontinencia involucran la coordinación entre la vejiga, la uretra y los esfínteres. La fase de almacenamiento es controlada por el sistema nervioso simpático, mientras que la fase de vaciado es coordinada por el sistema parasimpático. Es normal vaciar la vejiga hasta siete veces al día, con un rango de 250-300 ml por micción.
Los factores de riesgo para la incontinencia incluyen la edad, la obesidad, partos vaginales y ciertos antecedentes médicos. El examen del paciente y pruebas específicas, como la prueba de estrés de la tos y análisis de orina, son necesarios para un diagnóstico adecuado.
Las intervenciones de estilo de vida, aunque basadas en evidencia de baja calidad, son recomendadas para gestionar la incontinencia. Cambios en la dieta, ejercicios de Kegel y un manejo adecuado de medicamentos son sugeridos. Para el tratamiento, los anticolinérgicos y la desmopresina son medicamentos utilizados, pero si no son efectivos, puede ser necesaria cirugía. La inyección de toxina botulínica y el uso de neuromoduladores son opciones para aquellos que buscan tratamientos más avanzados.
Urinary incontinence is the involuntary loss of urine. It affects both men and women, but is more common in women. In men, it is usually due to prostate problems or damage after surgery. In women, incontinence is related to dysfunction of the bladder or pelvic floor muscles, especially during pregnancy, childbirth, or menopause.
There are two main types of incontinence: stress incontinence, which occurs when coughing or sneezing, and urge incontinence, which occurs with an urgent need to urinate. Other forms include positional incontinence, nocturnal enuresis, and coital incontinence. Functional incontinence occurs in people with physical or mental limitations.
Studies indicate that about 30% of adult women suffer from some type of incontinence. Stress incontinence is the most common, and while some studies suggest it is more common among white women, others show a similar prevalence across different ethnicities. Differences in prevalence between countries may be due to cultural factors or the methodologies used.
The mechanisms that regulate incontinence involve coordination between the bladder, urethra, and sphincters. The storage phase is controlled by the sympathetic nervous system, while the emptying phase is coordinated by the parasympathetic nervous system. It is normal to empty the bladder up to seven times a day, with a range of 250–300 ml per void.
Risk factors for incontinence include age, obesity, vaginal births, and certain medical history. Patient examination and specific tests, such as a cough stress test and urinalysis, are necessary for a proper diagnosis. Lifestyle interventions, although based on low-quality evidence, are recommended for managing incontinence. Dietary changes, Kegel exercises, and appropriate medication management are suggested. For treatment, anticholinergics and desmopressin are commonly used, but if these are ineffective, surgery may be necessary. Botulinum toxin injections and the use of neuromodulators are options for those seeking more advanced treatments.