Ariadna Gracia Prad, Silvia Carnicer Izaguerri, Paula Bujalance Latasa, Oumaima Aboulmakarim Rabbani
La dieta mediterránea es un patrón alimentario tradicional en la región mediterránea, conocido por sus beneficios para la salud. Definida en los años 60 por Ancel Keys, incluye una gran variedad de verduras no almidonadas, semillas, frutos secos, cereales integrales y legumbres. Su estudio ha demostrado su papel en la prevención de enfermedades crónicas, cardiovasculares, deterioro cognitivo y ciertos tipos de cáncer.
Uno de los componentes principales de la dieta mediterránea es el aceite de oliva virgen extra. También son esenciales las legumbres, como frijoles y lentejas, que ayudan a reducir colesterol y presión arterial, y los cereales, que son la principal fuente de energía. Las frutas y verduras, favorecidas por el clima de la región, complementan la dieta, junto con un bajo consumo de productos lácteos y un alto consumo de pescado, aunque la contaminación ha reducido los beneficios de los ácidos grasos omega-3.
Este enfoque dietético es especialmente beneficioso para las personas mayores, ya que promueve el aumento de masa muscular y ayuda a prevenir la sarcopenia. Los nutrientes como el calcio y la vitamina D son vitales para la salud ósea. Además, se ha demostrado que la dieta mediterránea reduce el riesgo de demencia y efectos positivos en la enfermedad de Alzheimer.
La dieta también se ha asociado con la prevención de enfermedades cardiovasculares, mostrando que reduce la circunferencia de cintura y la presión arterial, comparándola con otros tratamientos para enfermedades cardiovasculares. El sueño, otro aspecto crucial para la salud, se vincula con la dieta. Una mala calidad del sueño puede llevar a sobrealimentación y mala calidad dietética.
En relación a la salud mental, la dieta mediterránea se ha reconocido como efectiva en la reducción de la depresión, especialmente en adolescentes que generalmente consumen alimentos menos nutritivos. Cambiar de dietas proinflamatorias a una más mediterránea podría ser beneficioso.
La dieta también impacta en la enfermedad de Parkinson, promoviendo la salud y longevidad de quienes la padecen. Es rica en antioxidantes y antiinflamatorios, que ayudan a disminuir la neuroinflamación y el estrés oxidativo, factores involucrados en esta enfermedad.
En resumen, la dieta mediterránea no solo es un patrón alimenticio, sino una estrategia integral para mejorar la salud y prevenir enfermedades a lo largo de la vida.
The Mediterranean diet is a traditional dietary pattern in the Mediterranean region, known for its health benefits. Defined in the 1960s by Ancel Keys, it includes a wide variety of non-starchy vegetables, seeds, nuts, whole grains, and legumes. Research has demonstrated its role in preventing chronic diseases, cardiovascular disease, cognitive decline, and certain types of cancer.
One of the main components of the Mediterranean diet is extra virgin olive oil. Legumes, such as beans and lentils, which help lower cholesterol and blood pressure, and grains, which are the main source of energy, are also essential. Fruits and vegetables, favored by the region’s climate, complement the diet, along with low dairy consumption and high fish consumption, although pollution has reduced the benefits of omega-3 fatty acids.
This dietary approach is especially beneficial for older adults, as it promotes increased muscle mass and helps prevent sarcopenia. Nutrients such as calcium and vitamin D are vital for bone health. Furthermore, the Mediterranean diet has been shown to reduce the risk of dementia and have positive effects on Alzheimer’s disease.
The diet has also been associated with cardiovascular disease prevention, showing that it reduces waist circumference and blood pressure, compared to other cardiovascular disease treatments. Sleep, another crucial aspect of health, is linked to diet. Poor sleep quality can lead to overeating and poor dietary quality.
Regarding mental health, the Mediterranean diet has been recognized as effective in reducing depression, especially in adolescents who generally consume less nutritious foods. Switching from pro-inflammatory diets to a more Mediterranean diet could be beneficial.
The diet also impacts Parkinson’s disease, promoting the health and longevity of those who suffer from it. It is rich in antioxidants and anti-inflammatories, which help reduce neuroinflammation and oxidative stress, factors involved in this disease.
In short, the Mediterranean diet is not just an eating pattern, but a comprehensive strategy to improve health and prevent disease throughout life.