La extracción del tapón de cerumen es una de las intervenciones más frecuentes en las consultas de atención primaria, especialmente en población pediátrica, personas mayores y pacientes con dispositivos auditivos. El cerumen, aunque fisiológico, puede acumularse en exceso y producir obstrucción del conducto auditivo externo, ocasionando síntomas como hipoacusia conductiva, sensación de oído tapado, acúfenos, vértigo e incluso dolor.
Este estudio realiza una revisión narrativa de la literatura científica publicada entre 2010 y 2024, incluyendo guías clínicas, estudios observacionales y revisiones sistemáticas indexadas en bases de datos como PubMed, Scopus y Cochrane Library. Se analizan las técnicas disponibles para la extracción del cerumen (irrigación auricular, extracción manual con instrumental y uso de agentes cerumenolíticos), así como sus indicaciones, contraindicaciones, eficacia y perfil de seguridad. Además, se aborda el papel clave del personal de enfermería en la evaluación clínica, la aplicación de la técnica y la educación sanitaria al paciente.
Los resultados evidencian que la irrigación auricular con jeringa o sistemas de irrigación pulsátil es la técnica más utilizada en atención primaria, con una alta tasa de éxito siempre que se realice con criterios clínicos adecuados y previa valoración otoscópica. El uso de cerumenolíticos (como el peróxido de carbamida o el aceite mineral) puede facilitar el ablandamiento del tapón, mejorando la eficacia del procedimiento. Las complicaciones son poco frecuentes, pero pueden incluir irritación del conducto, dolor, sangrado leve o perforación timpánica si no se siguen las recomendaciones técnicas. Se destaca también la importancia de identificar correctamente las contraindicaciones, como antecedentes de otitis media crónica, perforación timpánica o cirugía ótica previa.
En conclusión, la extracción de tapones de cerumen en atención primaria es una técnica segura, eficaz y coste-efectiva cuando se realiza por personal entrenado, con las precauciones necesarias y adecuada valoración clínica. Su correcta ejecución contribuye significativamente a mejorar la calidad de vida del paciente, reducir derivaciones innecesarias al especialista y optimizar el uso de los recursos sanitarios.
Cerumen removal is one of the most frequent procedures in primary care consultations, especially among pediatric patients, the elderly, and individuals using hearing devices. Although cerumen is a physiological secretion, it can accumulate excessively and obstruct the external auditory canal, causing symptoms such as conductive hearing loss, ear fullness, tinnitus, vertigo, and even pain.
This study presents a narrative review of the scientific literature published between 2010 and 2024, including clinical guidelines, observational studies, and systematic reviews indexed in databases such as PubMed, Scopus, and the Cochrane Library. It analyzes the available techniques for cerumen removal (aural irrigation, manual extraction using instruments, and cerumenolytic agents), as well as their indications, contraindications, effectiveness, and safety profile. The key role of nursing professionals in clinical assessment, procedural application, and patient education is also addressed.
The results show that ear irrigation using a syringe or pulsatile irrigation systems is the most commonly used method in primary care, with a high success rate when performed with appropriate clinical criteria and prior otoscopic evaluation. The use of cerumenolytic agents (such as carbamide peroxide or mineral oil) can help soften the impaction, improving the effectiveness of the procedure. Complications are rare but may include canal irritation, pain, minor bleeding, or tympanic membrane perforation if technical recommendations are not followed. It is also crucial to correctly identify contraindications, such as a history of chronic otitis media, tympanic membrane perforation, or previous ear surgery.
In conclusion, cerumen impaction removal in primary care is a safe, effective, and cost-efficient technique when performed by trained professionals with appropriate precautions and clinical evaluation. Its proper implementation significantly contributes to improving patients’ quality of life, reducing unnecessary specialist referrals, and optimizing healthcare resource use.