Sara Marquina Martín, Carla Sierra Santamaria, Marta Sancho Larraz, Aser Cebollada Martínez, Blanca Montori Lacámara
El uso prolongado de mascarilla durante la pandemia de COVID-19 ha generado una serie de efectos secundarios, entre los cuales se destaca el aumento de los síntomas relacionados con el ojo seco. Esta condición, caracterizada por la insuficiencia de la película lagrimal para mantener la superficie ocular adecuadamente humectada, ha experimentado una prevalencia mayor debido al cambio en las condiciones ambientales causadas por el uso de mascarillas. La fisiopatología del ojo seco, en este contexto, se debe principalmente a la alteración en la distribución del aire al respirar, lo que provoca una evaporación acelerada de la lágrima y un impacto directo sobre la estabilidad de la película lagrimal.
Diversos estudios han documentado la relación entre el uso de mascarilla y el ojo seco, observando que la sequedad ocular se intensifica en personas que utilizan mascarilla de forma continua, especialmente en aquellos con antecedentes de enfermedades oculares. Aunque el impacto varía según el tipo de mascarilla utilizada, las de mayor ajuste, como las N95, parecen generar mayores síntomas de incomodidad ocular. Los síntomas más comunes incluyen ardor, irritación, visión borrosa y sensación de cuerpo extraño, lo que afecta considerablemente la calidad de vida de los afectados.
La evidencia científica respalda la prevalencia de estos efectos adversos, pero también sugiere que, con intervenciones adecuadas, los síntomas pueden mitigarse. Se proponen medidas de prevención y manejo, como el uso de lágrimas artificiales, la modificación del diseño de las mascarillas y el establecimiento de pausas periódicas para disminuir la irritación ocular. Estas estrategias pueden ser clave en la mejora de la salud ocular mientras se continúa con el uso de mascarilla en situaciones de riesgo.
Prolonged use of facemasks during the COVID-19 pandemic has led to a number of side effects, most notably an increase in symptoms related to dry eye. This condition, characterised by the failure of the tear film to keep the ocular surface adequately moisturised, has experienced an increased prevalence due to the change in environmental conditions caused by the use of facemasks. The pathophysiology of dry eye in this context is mainly due to altered air distribution when breathing, resulting in accelerated tear evaporation and a direct impact on tear film stability.
Several studies have documented the relationship between mask use and dry eye, noting that dry eyes are more pronounced in people who wear masks continuously, especially those with a history of eye disease. Although the impact varies according to the type of mask used, higher-fitting masks, such as N95 masks, appear to generate greater symptoms of eye discomfort. The most common symptoms include burning, irritation, blurred vision and foreign body sensation, which significantly affect the quality of life of those affected.
Scientific evidence supports the prevalence of these adverse effects, but also suggests that, with appropriate interventions, symptoms can be mitigated. Prevention and management measures are proposed, such as the use of artificial tears, modification of mask design and the establishment of periodic breaks to reduce eye irritation. These strategies may be key in improving ocular health while continuing to use masks in at-risk situations.