Eva Vega Cuesta, Laura Núñez Sánchez, Marta Teresa Gimeno Soler, Paula García Belenguer Cegoñino, Carlos Aisa Sancho
El síndrome coronario agudo (SCA), que incluye la angina inestable, el infarto agudo de miocardio con y sin elevación del ST, representa una condición crítica para el manejo anestésico debido a su alta morbimortalidad perioperatoria. La fisiopatología del SCA se centra en una obstrucción aguda del flujo coronario, lo que genera isquemia miocárdica, disfunción ventricular y un estado inflamatorio sistémico que puede agravarse durante la anestesia.
La evaluación preoperatoria debe enfocarse en la estratificación del riesgo cardíaco, la cronología del evento coronario y el manejo de la terapia antiplaquetaria y anticoagulante, especialmente en pacientes con stents coronarios. La cirugía electiva debe diferirse al menos 4 a 6 semanas después de un infarto reciente, y se debe valorar cuidadosamente el momento de suspensión y reinicio de los antiplaquetarios.
No existe una técnica anestésica única ideal para estos pacientes; la elección depende del tipo de cirugía, la urgencia del procedimiento y la condición clínica del paciente. El objetivo principal es mantener una adecuada perfusión miocárdica, evitando fluctuaciones hemodinámicas significativas, taquicardia e hipotensión. Se recomienda el uso de agentes anestésicos con perfil cardiovascular estable y monitoreo invasivo en casos seleccionados, incluyendo ECG multiderivación, línea arterial y, en pacientes de alto riesgo, ecocardiografía transesofágica.
El manejo hemodinámico debe ser proactivo y ajustado a las necesidades individuales, utilizando vasopresores e inotrópicos con precaución. El postoperatorio inmediato es un periodo de riesgo elevado, por lo que se recomienda vigilancia intensiva, control riguroso del dolor y reanudación temprana del tratamiento cardioprotector.
El anestesiólogo juega un papel central en el manejo del SCA, integrando conocimientos clínicos y farmacológicos con una estrategia perioperatoria colaborativa y personalizada para reducir complicaciones cardiovasculares y mejorar los resultados quirúrgicos.
Acute coronary syndrome (ACS), which includes unstable angina and ST-elevation and non-ST-elevation myocardial infarction, represents a critical condition for anesthetic management due to its high perioperative morbidity and mortality. The pathophysiology of ACS involves acute obstruction of coronary blood flow, leading to myocardial ischemia, ventricular dysfunction, and a systemic inflammatory response that can be exacerbated during anesthesia.
Preoperative evaluation should focus on cardiac risk stratification, the timing of the coronary event, and the management of antiplatelet and anticoagulant therapy—especially in patients with coronary stents. Elective surgery should ideally be delayed for at least 4 to 6 weeks after a recent infarction, and the decision to suspend or continue antiplatelet agents must be carefully balanced.
There is no universally ideal anesthetic technique for ACS patients; the choice depends on the type of surgery, its urgency, and the patient’s clinical condition. The primary goal is to maintain adequate myocardial perfusion while avoiding significant hemodynamic fluctuations, tachycardia, and hypotension. Anesthetic agents with stable cardiovascular profiles are preferred, and invasive monitoring—such as multi-lead ECG, arterial lines, and, in high-risk cases, transesophageal echocardiography—should be considered.
Hemodynamic management must be proactive and tailored to individual needs, using vasopressors and inotropes cautiously. The immediate postoperative period carries high risk and requires intensive monitoring, effective pain control, and early resumption of cardioprotective medications.
The anesthesiologist plays a central role in the management of ACS, integrating clinical and pharmacological knowledge with a collaborative, patient-specific perioperative strategy to reduce cardiovascular complications and improve surgical outcomes.