Raquel Sánchez García, Silvia Finol Pérez, Paloma Vidao Gómez, Eva Sevilla Mañas, María Esteban Rihuete, Ana María Blázquez Henao
El tratamiento con estatinas representa la piedra angular en la reducción del colesterol y la prevención de eventos cardiovasculares, gracias a su acción inhibidora de la HMG-CoA reductasa1. Sin embargo, la literatura evidencia que su uso puede asociarse con efectos adversos musculoesqueléticos, principalmente mialgias y, en casos menos frecuentes, roturas tendinosas de repetición2. Estas complicaciones, aunque poco comunes, pueden afectar significativamente la funcionalidad y calidad de vida del paciente, sobre todo en aquellos con predisposición o comorbilidades como diabetes y obesidad3. Los mecanismos patogénicos implican una disminución en la síntesis de compuestos derivados del mevalonato, entre ellos la ubiquinona, lo que compromete la función mitocondrial y altera la integridad del tejido muscular y tendinoso4. Adicionalmente, se ha sugerido que la hipercolesterolemia en sí misma puede contribuir a la degeneración de la matriz extracelular de los tendones, agravando el riesgo de lesiones en pacientes bajo tratamiento hipolipemiante5.
Ante la necesidad de minimizar estos efectos adversos, el ácido bempedoico ha emergido como una alternativa terapéutica innovadora. Su mecanismo, basado en la inhibición de la ATP-citrato liasa, se activa selectivamente en el hígado, evitando la exposición directa del músculo a su forma activa y reduciendo la incidencia de mialgias y miopatías6. Estudios recientes demuestran un perfil de seguridad más favorable, incluso en aquellos pacientes que han desarrollado intolerancia a las estatinas, sin comprometer la eficacia en la reducción de LDL-C7.
En conclusión, si bien las estatinas son esenciales para el manejo de la dislipidemia, es crucial monitorizar los síntomas musculares y considerar alternativas como el ácido bempedoico en pacientes con efectos adversos. La adecuada evaluación del riesgo-beneficio y la personalización de la terapia optimizaran los resultados clínicos1,2,3,4,5,6,7.
Statins are a cornerstone in reducing cholesterol levels and preventing cardiovascular events, primarily through their inhibition of HMG-CoA reductase1. However, literature has shown that their use may be associated with musculoskeletal adverse effects, chiefly myalgias and, in less frequent cases, repetitive tendon ruptures2. Although tendon ruptures are rare, their occurrence can significantly impact patient functionality and quality of life, particularly in individuals with predisposing factors or comorbidities such as diabetes and obesity3. The underlying pathogenic mechanisms involve a reduction in the synthesis of mevalonate-derived compounds, including coenzyme Q10, which compromises mitochondrial function and alters the structural integrity of both muscle and tendon tissues4. Additionally, hypercholesterolemia itself has been suggested to contribute to extracellular matrix degeneration in tendons, thereby increasing the risk of injuries in patients undergoing lipid-lowering therapy5.
To minimize these adverse effects, bempedoic acid has emerged as an innovative therapeutic alternative. Its mechanism of action, based on the inhibition of ATP-citrate lyase, is selectively activated in the liver, thus sparing skeletal muscle from exposure to its active form and consequently reducing the incidence of myalgias and myopathies6. Recent studies have demonstrated that bempedoic acid has a favorable safety profile, even in patients who have shown intolerance to statins, without compromising LDL-C reduction efficacy7.
In conclusion, while statins remain essential in the management of dyslipidemia, it is crucial to monitor muscle symptoms and consider alternatives such as bempedoic acid in patients with adverse effects. An appropriate risk–benefit evaluation and individualized therapy are key to optimizing clinical outcomes and ensuring a better quality of life in the management of hypercholesterolemia1,2,3,4,5,6,7.