Marta Durán Escribano
Alrededor de la cultura del cuidado existen una serie de hechos que, en sí mismos, constituyen la dignificación humana y, por ello, determinan el cuidado en su dimensión moral. Integrar esta condición del acto de cuidar significa que cada acción que realizamos cuando cuidamos de otro, lleva de forma implícita aceptar los valores que dignifican la acción humana del cuidado. Cuando las enfermeras, la familia o los cuidadores directos tenemos que afrontar el dolor de la persona que cuidamos, tanto en su componente funcional para reducir el dolor físico, como desde la vertiente interna derivada del componente humano que refiere la propia percepción del cuidado de sí mismo, desde las creencias y valores de la persona y desde los ritos y modos de afrontarlo, se va a configurar la comprensión y la naturaleza del cuidado de uno mismo. Esta percepción particular de cada persona sobre su propio cuidado va a determinar, como consecuencia, su capacidad de autonomía para satisfacer aquellas necesidades más básicas e íntimas que lo identifican como tal. Esta manera de interpretar el cuidado desde la complejidad humana nos aproxima a la persona desde la esencia más humana de su dignidad.