El burnout, definido por Maslach y Jackson, es un síndrome psicológico que afecta a los trabajadores que interactúan con personas, y se caracteriza por agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal. Es un mecanismo de afrontamiento frente al estrés laboral que genera desgaste cognitivo, afectivo y actitudinal, afectando tanto la salud física y emocional de los trabajadores como su relación con la organización y los pacientes. El síndrome es común en profesiones de la salud, especialmente durante la pandemia de COVID-19, y puede generar más de cien síntomas que van desde la frustración hasta problemas de salud graves.
La epidemiología muestra que entre el 17% y el 32% de los trabajadores de salud en países desarrollados experimentan burnout, y durante la pandemia, un porcentaje significativo de estos profesionales reportó síntomas de ansiedad, depresión e insomnio.
El impacto del burnout no solo afecta a la salud del trabajador, sino también al sistema sanitario en su conjunto, con consecuencias como mayor rotación de personal, ausentismo y errores médicos que comprometen la seguridad del paciente. Además, la calidad de atención disminuye debido a la despersonalización y falta de empatía de los trabajadores agotados.
Para prevenir y gestionar el burnout, se recomienda la implementación de programas de salud y seguridad laboral que incluyan cambios organizativos, apoyo emocional, formación continua y mejoras en las condiciones laborales. También se debe fomentar el trabajo en equipo, reducir la carga de trabajo y promover técnicas de afrontamiento para mejorar la resiliencia del personal sanitario y garantizar su bienestar y eficacia en el cuidado de los pacientes.
Burnout, as defined by Maslach and Jackson, is a psychological syndrome that affects workers who interact with people. It is characterized by emotional exhaustion, depersonalization, and a low sense of personal accomplishment. It serves as a coping mechanism in response to work-related stress, leading to cognitive, emotional, and attitudinal burnout, which affects both the physical and emotional health of workers, as well as their relationship with the organization and patients. The syndrome is common in healthcare professions, especially during the COVID-19 pandemic, and can cause over a hundred symptoms, ranging from frustration to serious health problems.
Epidemiological data shows that between 17% and 32% of healthcare workers in developed countries experience burnout, and during the pandemic, a significant percentage of these professionals reported symptoms of anxiety, depression, and insomnia.
The impact of burnout affects not only the health of the worker but also the healthcare system as a whole, with consequences such as higher staff turnover, absenteeism, and medical errors that compromise patient safety. Furthermore, the quality of care decreases due to the depersonalization and lack of empathy among exhausted workers.
To prevent and manage burnout, it is recommended to implement occupational health and safety programs that include organizational changes, emotional support, continuous training, and improvements in working conditions. It is also important to promote teamwork, reduce workload, and encourage coping techniques to enhance the resilience of healthcare staff, ensuring their well-being and effectiveness in patient care.