Miryam Mainar Isla, Miguel Soriano Ochoa, Marina Panés Mendoza, Patricia Leal Gregorio, Sandra Campos Ferrando, María Hernández Villamayor
La rosácea es una dermatosis crónica facial de etiología incierta que afecta principalmente a mujeres con piel clara. Los pacientes suelen intentar autocuidarse inicialmente con productos hidratantes, cremas para reducir rojeces, protectores solares y antibióticos tópicos u orales. Sin embargo, al no obtener mejoría, acuden a profesionales de salud, frecuentemente a dermatólogos, aunque el diagnóstico temprano suele ser difícil. Este recorrido implica el uso de múltiples productos y, en muchos casos, la insatisfacción con los tratamientos iniciales lleva a buscar otras opciones profesionales.
Actualmente, no existe una guía clara para el manejo integral de la rosácea. Ante esta carencia, se plantea situar a la enfermera como referente en el abordaje de esta patología, mediante un cambio en el modelo asistencial. La labor enfermera en dermatología ha estado tradicionalmente limitada a técnicas básicas, manteniéndose excluida del ámbito clínico especializado. Sin embargo, la especialización en áreas específicas ha demostrado mejorar la atención y la calidad de vida del paciente.
Es crucial que las enfermeras asuman un rol más creativo y proactivo en los cuidados, desarrollando nuevas teorías y modelos que potencien su papel y demuestren la utilidad de su labor. Este enfoque podría proporcionar un abordaje más integral para los pacientes con rosácea, mejorando tanto la calidad asistencial como la calidad de vida. Abrir nuevas perspectivas en el tratamiento de esta condición es esencial para responder a las necesidades de los afectados1.
Rosacea is a chronic facial dermatosis of uncertain aetiology that mainly affects fair-skinned women. Patients often try to self-care initially with moisturisers, redness-reducing creams, sunscreens and topical or oral antibiotics. However, when they do not get better, they turn to health professionals, often dermatologists, although early diagnosis is often difficult. This journey involves the use of multiple products and, in many cases, dissatisfaction with initial treatments leads to seeking other professional options.
Currently, there are no clear guidelines for the comprehensive management of rosacea. In view of this lack of guidelines, it is proposed that the nurse should become the point of reference in the management of this pathology, by means of a change in the care model. Nursing work in dermatology has traditionally been limited to basic techniques, and has remained excluded from the specialised clinical field. However, specialisation in specific areas has been shown to improve patient care and quality of life.
It is crucial that nurses take a more creative and proactive role in care, developing new theories and models that enhance their role and demonstrate the usefulness of their work. This approach could provide a more holistic approach for rosacea patients, improving both quality of care and quality of life. Opening new perspectives in the treatment of this condition is essential to respond to the needs of those affected1.