Parecía vestir las ropas de un gigante. La camisa cárdena imantaba las miradas indiscretas escondiendo así, siquiera un instante, su ictericia. Grave y taciturno, cruzó la sala como el humo último de una hoguera que se apaga en mitad de la tormenta y sabe que dejará sin su abrigo a quienes tanto quería y le necesitaban.